domingo, 31 de marzo de 2013

JESUS DE NAZARETH NO MURIÓ EN LA CRUZ. ES MENTIRA SU ASCENSIÓN AL CIELO


Hace años, a mediados de abril de 1973, por el Canal 8 de la Cd. De México, D.F., se transmitió la noticia de que según investigaciones, llevadas a cabo por la Fundación Internacional del Santo Sudario, con sede en Zurich, Suiza, y en Londres, Inglaterra, Jesús no murió en la cruz, como se tiene por verdad.
El informe se basa en el hecho, de que el lino de la sábana muestra manchas de sangre, y éstas no pudieron producirse en un hombre sin vida.
Dicen las Escrituras, que Jesús murió en la tarde del viernes 27 de marzo, después de ser clavado en la cruz, pero de acuerdo a las nuevas investigaciones, se revela que no murió al golpe de la lanza de Longinos, sino que al ser descendido, a pedido de José de Arimatea, aún estaba con vida, al colocarlo en el sudario.
Los argumentos en que se basa esta Fundación, y que fueron publicados, son los siguientes: 1º-Los hombres de ciencia de la Iglesia, han confirmado que el sudario perteneció a Jesús. Y 2º-Las manchas de sangre, en total 28, que aparecen en la sábana, no pueden ser de un cadáver, ya que una persona muerta no puede sangrar en la forma en que revelan las manchas.
Y efectivamente Jesús no murió en el Monte Calvario, sino en la Kábala Secreta de Jerusalén, 88 días después de su crucifixión.
En el libro Filosofía Austera Racional, se describen los trágicos acontecimientos en que fue ejecutado Jesús, siendo inocente de todos los cargos que se le imputaban.
“A las 12 del día 27 de marzo del año 33, cortaban el aire los ecos de los martillos, clavando a Jesús de pies y manos, y la cruz es levantada, con un grito de horror.
“Una mujer, pálida como la muerte, sube la cuesta y ya el Monte es un desierto. María se abalanza con los brazos tendidos, y oye de Jesús: Mujer, he ahí tu hijo, ese es el que ahora necesita de ti, era Jaime, hermano de Jesús.
María se abraza a Jaime, y las mujeres con Juan y Pedro. Que llegó avergonzado y abatido, rodea al grupo de Jaime y su madre, que los salpicaba la sangre que corría por la cruz.
Jesús ha caído em un desmayo, su espíritu ya no estaba ahí.
Se acercaban las tres de la tarde, cuando llegó el soldado Longinos, y rasgó el pecho de Jesús, para ayudarle a morir antes. Longinos no lo hizo con maldad y no miró al clavar la lanza, y no hirió el corazón.
 Jesús al sentir el dolor del desgarro, reaccionó y exclamó: Hellí, Hellí, Padre, Padre, perdónalos que no saben lo que se hacen.
Arimatea, que había pedido el cuerpo de Jesús, llegaba con los elementos necesarios para descenderlo de la cruz y darle sepultura. En aquel momento el firmamento se encapotó y ruidos subterráneos se oyeron, lo que alejó a todos los curiosos que llegaban o merodeaban, y un terremoto hizo temblar el suelo.
Descienden a Jesús, la guardia había huído espantada, y en su prejuicio corrían diciendo: Verdaderamente es el hijo de Dios y nos castiga.
Arimatea aprovecha aquella soledad, y viendo que Jesús vivía, encargó el silencio, cierra el sepulcro (que era el suyo), encerrando ahí la sábana, que lo recogiera de la cruz, manchada de sangre, y lleva al mártir a la Escuela Esénica, lo curan y reacciona.
El secreto sólo lo saben las mujeres, Pedro, Jaime, Juan, Arimatea y Nicodemo. La Escuela y la Kábala toman sus disposiciones. En la noche del domingo han ido al sepulcro, llevando algunas bebidas, de las que los guardias han tomado, (no es extraño tratándose de soldados), y con el narcótico preparado duermen.
Los visitantes levantan la losa y dejan la sábana dentro. A su tiempo los soldados sueñan, según la sugestión del narcótico, viendo la resurrección, cuyo fenómeno puede y lo hizo un espíritu materializado, y los soldados despiertan, y corren asustados gritando: Ha resucitado, ha resucitado.
Jesús no curaría, la Escuela representaría la ascensión como convenía, “para entero castigo de los asesinos de Jesús y el pueblo; y si éstos (los sacerdotes), tienen el valor de declarar los actos de magia, la Escuela y la Kábala declararán la verdad, suceda lo que suceda”. Así quedó escrito en aquellos archivos, que sólo en el siglo XVIII, dejó sacar dos copias, (no del todo enteras, porque aún no era hora), las que están una en Berlín, y la otra en Londres.
Esta es la verdad de los hechos, y ya Jesús queda invisible para todos, menos para su madre, Jaime su hermano y Juan. Jaime recibió todos los secretos, mandatos y ayuda de la Kábala, y Jesús desencarna a los 88 días de su crucifixión, correspondiendo al día 22 de junio de nuestros meses”. Su cuerpo fue sepultado en la propia Kábala.
Extrañarán que se nombre a un hermano de Jesús, pero lo que también ocultaron, fue que José y María engendraron siete hijos, cuyos nombres son: Jesús, Efraín, José, Elizabetta, Andrea, Ana y Jaime, pues con esto caen por tierra la inmaculada concepción, el hijo de Dios engendrado por el Espíritu Santo y la virginidad de la Gran María.


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