La Conciencia es la capacidad que
tiene el ser humano, de discernir sobre el pensar y el actuar, con cuya
congruencia se opta sobre la conveniencia e inconveniencia de nuestras
acciones, buscando siempre el equilibrio entre lo justo y lo negativo, de manera
que no se lesione el derecho de una segunda persona o hermano.
En una palabra la conciencia
determina el libre albedrío de la persona, para escoger el camino del bien o
del mal, según la inclinación de los instintos que dominan el alma, y obligan
al hombre a actuar positiva o negativamente.
Sabemos que en el alma humana,
tenemos todos los instintos animales, que semeja tener encerrados en una jaula, todas las especies de este
Reino, y todos los instintos se quieren satisfacer al mismo tiempo, cuando el
espíritu toma materia por primera vez, como hombre.
El espíritu, único responsable de
los actos del hombre, debe saber elegir cuál instinto debe saciar primero, y
así empieza a perfeccionar su alma y ordenar su conciencia, conforme va
saciando sus instintos, labor que le lleva millones de siglos, desde el mundo
Embrionario, luego el de Prueba, el Primitivo, hasta que asciende a un mundo de
Expiación, como lo fue la tierra en su primera etapa.
Como su nombre lo indica, a este
mundo viene el espíritu a expiar todas sus culpas, deudas, faltas o pecados,
cometidos en estos tres mundos anteriores, más ya ha dominado aquí, la mitad
más uno de sus instintos, y con ello ha empezado a hacer conciencia, a legislar
y a distinguir el bien del mal, la libertad de la esclavitud, lo justo de lo
injusto, etc. Más no toda la Humanidad ha llegado a este terrón, con el mismo
bagaje de sabiduría, pero sí la mayoría está camino a la obediencia de la Ley,
y la Humanidad de la Tierra en su conjunto (más de 7,000 millones de espíritus
hechos hombres), es una minoría, respecto a los dos billones de espíritus que
corresponden a este planeta.
Más esta Humanidad ya ha hecho
conciencia, por eso ha sido juzgada,
celebrándose el 5 de abril de 1912 el llamado Juicio Final, en donde se acordó
implantar la Fraternidad, hace ya más de cien años, pero tenemos aquí una
minoría, que se sigue imponiendo por la fuerza de las armas nucleares, y con
ellas ha cometido genocidios en la población civil.
La mejor prueba de que ya hemos
sido juzgados, “vivos y muertos” (hombres y espíritus libres), es que nunca
había la Humanidad progresado más, que en estos cien años posteriores a él.
Todo el tiempo anterior (millones de siglos), progresamos tan lentamente, que
en 20 millones de siglos de existencia sobre este terrón, apenas comenzaríamos
a construir chozas rudimentarias, mucho después se produciría el fuego, se
inventaría la rueda, etc.
Entonces amados hermanos, ya la
mayoría del género humano ha hecho conciencia, aunque en la antigüedad hayamos
pasado por todas las etapas del progreso, y hemos sido capaces de arrancarle
los ojos al infante, porque en ellos vimos reflejada nuestra imagen, o estuprar
a una doncella y sacarle el corazón para comulgar con su sangre, al
sacrificarla a los dioses; cebar un hijo para comérnoslo en un festín, o comernos
a nuestra propia madre, sin saber que hacíamos mal.
Ya sabemos cómo se adquiere la
conciencia, saciando instinto por instinto, que nos obligan a actuar como cada
especie animal, desde la ferocidad del león y de todas las fieras, hasta la
mansedumbre del gato, la fidelidad del perro, la astucia del zorro, etc. Estos
instintos dominados forman la conciencia, que nos ordena siempre:
OYE LA VOZ DE TU CONCIENCIA
Oye siempre la voz de tu
conciencia,
Cuando ames, cuando sufras,
cuando llores,
Cuando veas agotarse tu
paciencia,
Cuando aspires el perfume de las
flores
Y harás más llevadera tu
existencia.
Cierto que la carne es débil e
inconsciente,
Y que obra al conjuro del
instinto,
Pero piensa y verás que es
diferente
Razonar antes de actuar es muy
distinto,
No lo apartes nunca de tu mente.
Como aquel hermoso juramento
Que hicimos al Divino Creador,
De no obrar nunca en detrimento
Del hombre nuestro hermano
A quien le debemos respeto y amor.
La conciencia es un Juez
inapelable,
Que siempre nos indica actuar,
Con amor y no en forma detestable
Y siempre la Ley Divina acatar,
Pues la Ley de Amor es
inexorable.
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