Esta es una excelente pregunta,
porque cada quien tiene una respuesta diferente, respecto a la razón de vivir
en este mundo, tan lleno de injusticias y desigualdades, en donde todos
luchamos por sobrevivir, en medio de este enorme manicomio en que hemos convertido
la Tierra, pues mientras unos gozan, otros sufren y lloran, o carecen de lo
estricto ante el despilfarro de muchos. Y no nos explicamos las aparentes
injusticias del Dios religioso, que hace cuanto quiere con su inmenso poder.
Vemos muchos niños sin pelo,
víctimas del cáncer, otros con enfermedades congénitas cardiovasculares, o que
requieren transplantes de órganos o de médula ósea. Gran parte de la Humanidad
con Diabetes Mellitus, cáncer, VIH, y otras enfermedades incurables.
¿Qué pasa con nuestra gente?, no
encontramos una respuesta científica satisfactoria. Nos dicen los médicos que
la Obesidad es causa de varios padecimientos, entre ellos problemas cardíacos,
artritis, etc., pero resulta que tanto las personas normales como con
sobrepeso, son víctimas de estos males.
Debemos creer en la reencarnación
del espíritu, para comprender esta situación patológica que encaramos con tanta
resignación y entereza. Resulta que la Tierra sigue siendo un mundo de
expiación, donde venimos a saldar cuentas pendientes con la Justicia Divina,
porque en el pasado ocasionamos con nuestros errores daño a nuestros
semejantes. Y esos sufrimientos ajenos, los pagamos con enfermedades crónicas,
o si despilfarramos fortunas, es lógico que suframos miseria y pobreza. Lo
mismo si asesinamos, hay que pagar dando vida a nuestras víctimas. Es decir, la
Ley del Talión, que sólo la Ley de Compensación puede aplicar, porque tiene el
debe y haber de todos los seres humanos.
De otra manera no existe una
explicación lógica, cuando vemos estos casos donde los bebés desde su
nacimiento sufren estos trastornos que padecen, en esa edad en que la inocencia
se manifiesta en todo su esplendor, cuando apenas incursionan en este mundo
hostil. Culpar al Creador sería un grave error, porque Él es el único Santo,
Perfecto, Justo y Divino, como lo hacen los Ministros religiosos, cuando son
cuestionados y responden: “Esa es la voluntad de Dios, y sólo Él sabe lo que
hace”. Según ellos, Dios da la vida y la quita a su antojo. Y no es así. Desde
la concepción de un ser, está autorizado para cumplir un destino, que culminará
cuando haya cumplido su misión, o cuando su materia ya no le sirve al espíritu
para seguir adelante. Para eso venimos al mundo para cobrar y saldar nuestras
deudas.
También estamos aquí para
acrecentar la Creación, para engendrar y concebir los hijos que cada pareja
debe procrear, sean por justicia o por deber. Cuando nos obliga la Justicia, es
porque venimos a reponer las vidas que quitamos en otra existencia. Cuando son
por amor y afinidad, también es nuestro deber multiplicar la especie.
A la vez venimos aquí para crear
afinidades, borrar odios, producto de otras existencias o vidas pasadas, y la
Ley nos obliga a convivir en familia, y así esos lazos consanguíneos, borran o atenúan
esos antagonismos, al fundir nuestras almas con la unión familiar. Es por eso
que algún hijo nos sale rebelde y nos hace sufrir con su desobediencia. O un
hermano o pariente nos hace la vida imposible, y se dan casos de parricidios o
fratricidios, porque es más fuerte el odio que el parentesco.
También la reencarnación tiene
por objeto crear afinidades, y en cada existencia formamos parte de familias
diferentes y mezclar las almas y lazos de afinidad y amor. Y así poder llegar a
la fraternidad, ya sin los obstáculos citados, con nuestra balanza espiritual
nivelada, y poder amar a nuestro hermano como está ordenado.