Todos los seres humanos tenemos
diferente grado de inteligencia, de comprensión, no somos autómatas, que se
programan para una determinada función, y te repiten con exactitud todo lo que
en su memoria electrónica guardan, de manera que no pueden equivocarse. En
cambio nosotros tenemos fallas mentales, que nos hacen cometer errores, que
inclusive podemos enmendar, porque es de humanos errar, mas no debemos ser
demasiado “humanos”.
Y los maestros no son la
excepción de la regla, enseñan de acuerdo a los programas didácticos,
implementados por la Secretaría de Educación, pero el problema es que por la
diferencia del grado intelectual de los alumnos, no todos asimilan los
conocimientos con la misma fluidez, acorde a las exigencias de las autoridades
educativas. Aparte, hay Maestros que se les dificulta transmitir la enseñanza o
hacerse comprender por los párvulos. De cualquier manera no se puede exigir que
todos obtengan puros dieces, siempre habrá esa diferencia en el aprovechamiento
de los niños.
Yo en lo personal admiro la labor
del Magisterio, porque no es fácil lidiar con 20 o 30 alumnos, con diferentes
caracteres, hiperactivos, diversas conductas, el bullyng o violencia escolar, y
el reclamo de algunos padres de familia, que no les gusta que se les llame la
atención a sus hijos por sus travesuras.
No sé qué hubieran hecho en mis
tiempos de alumno, cuando los mismos padres les pedían al Maestro, que
corrigiera con mano dura a sus retoños, y los reglazos, varazos y jalones de
orejas, no se hacían esperar, y hasta le aventaban a uno el borrador, o lo
hincaban en un rincón del salón. Otros Profes eran más salvajes y le pateaban
el trasero a los niños. Pero aprendíamos a leer y escribir correctamente, de
acuerdo a las reglas ortográficas.
Lo que no me explico en la
actualidad, es por qué a un niño de primer grado, le dan tantos libros, que se
pandea con la mochila. Por eso muchos alumnos las usan con rueditas. Y al avanzar
en el estudio son más libros los que portan.
Todavía hace unos 30 o 40 años,
casi todos los Maestros Normalistas, eran enviados a las zonas rurales de los
Estados, y los Padres iban a dejar a sus hijos e hijas a lugares remotos, a
veces cuyo único medio de comunicación era por agua, y veían cómo las lanchitas
se perdían en lontananza, ante la angustia de los progenitores, y el temor de
los educadores, al ver desaparecer la Civilización.
Y en tiempos más remotos, los
Profes rurales, se perdían en los bosques y praderas, y a pie, a caballo y en
burro, llegaban a las comunidades donde eran asignados. Eran esforzados,
valientes y responsables, tomaban muy en serio la profesión, que es una de las
más nobles del Mundo, después de la Medicina, la de operar sicológicamente la
Sesera, para introducirles a los peques, algo que no ocupa lugar y que tiene un
valor incalculable: la Sabiduría.
Más de qué sirven tantos títulos,
doctorados y maestrías, para ser corruptos, inmorales y serviles, como he visto
desfilar tantos, en los gobiernos tricolores y azules, es preferible ser
arriero, pero con una fortaleza moral intachable, transmitida por un buen
Maestro que los hay en mayoría.
Después de tanto escribir , sin
decir nada,, envío mi más calurosa felicitación a los Maestros en su día,
adelante compatriotas, no se dejen vencer por las pasiones humanas. Sigan
enseñando el a, b, c, y el 1, 2, 3, con una buena dosis de Cultura y Moral, que
es la Ciencia del Bien. Y para cerrar estos comentarios, un poco de buen humor.
Contaba el extinto Presidente Venezolano Hugo Chávez, que en la Academia tenían
un compañero que le decían el Atila, porque era el rey de los unos, eso obtenía
de calificación en casi todas las materias.
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