“La Naturaleza hace a los hombres
desiguales, corresponde a los Gobiernos dictar Leyes que los hagan iguales”,
dijo el Libertador Simón Bolívar. Efectivamente todos los seres humanos, somos
diferentes en lo físico, en lo intelectual, lo moral y ético, Si todos fuéramos
iguales en defectos y virtudes, no existiría el progreso, porque nadie tendría
el aliciente de superar a su semejante en conocimientos o sabiduría, de manera
que cada humano tiene un diferente grado de progreso, y no hay dos iguales,
porque su espíritu asimismo es diferente a los demás en cuanto a la sabiduría
se refiere, con que nos dotó el Creador Universal.
Pero también la Naturaleza, nos
ofrece a todos la oportunidad de arrancarle sus secretos, que celosamente
guarda, para aquellos que saben descubrirlos, porque tienen dentro de sí la
chispa inteligente para encontrarlos, y así fue en el pasado cuando nuestros
ancestros, fueron asimilando uno a uno sus descubrimientos para beneficio de
sus compañeros de lucha.
Así fueron localizados los
metales, mucho después de que el hombre encontrara la manera de encender el
fuego. Y fue Peris, el fundador de la antigua Persia. Quien descubrió las pepitas
de oro, hace la friolera de 5 millones de siglos, allá en lo que hoy es la
China. Los descendientes de Peris emigraron al antiguo Egipto, donde se
encontraron con Fulo (el fuego). Después fueron descubriendo el hierro, el
cobre, el zinc, el carbono, etc., y se inició una era de progreso para la
Humanidad, naciendo también la religión Fúlica, que se extendió por todo el
Oriente.
Todo el progreso actual, y todo
lo que el hombre ha fabricado dentro de la Ciencia y la Tecnología, la
industria y los hidrocarburos, todo, repito, reposaba en las entrañas de la
Madre Tierra, y el hombre tardó millones de siglos, en transformarlos en bienes
para su felicidad y confort.
Desgraciadamente el oro, el
hombre lo transformó en dinero, y lo hizo su dios. Y con todo el producto del
progreso, hizo un inicuo comercio, haciendo a los hombres todavía más
desiguales, al grado de hacer valer al hombre por lo que tiene, y no por su
estatura moral.
Igualmente fue promulgando Leyes,
donde se establecen los derechos y obligaciones de los ciudadanos, que
aparentemente se aplican con el mismo rasero, sobre todo en lo que se refiere a
las Leyes punitivas, sin embargo, tienen sus trampas, para que los señores del
dinero salgan bien librados.
Y ¿Qué es lo que hace a los
hombres desiguales?. En primes lugar el maldito dinero. El rico nunca está
conforme con lo que tiene, siempre está buscando la manera de acrecentar su
fortuna. No le importa ni el hambre ni la miseria de la mayoría ciudadana, crea
la escasez ficticia de los productos de la canasta básica, para aumentarlos
inmisericordemente, y como están protegidos por los gobiernos corruptos, que
sin duda “llevan su tajada”, porque es la Plutocracia la que rige en los países
Capitalistas, y gozan de la impunidad absoluta.
En segundo lugar los prejuicios
sociales, las clases, las castas y las supremacías, pues hay mexicanos de primera,
segunda y tercera categoría, y como te ven, te tratan, a don fulano le hacen
caravanas y distinciones sin límite; y a don nadie, lo tratan despóticamente,
con aquel desprecio y aires de grandeza, por su vestimenta y pobreza. ¿Cuándo
el hombre mirará y tratará a sus semejantes como sus iguales?. Por su voluntad,
NUNCA. NEVER, diría Obama. Más hay una manera de cambiarlo todo, castiga con tu
voto a los corruptos, y dáselo a los candidatos que sepas harán algo por el
pueblo. Ya basta de las corruptelas de los ricos, que se perdonan multas
multimillonarias entre sí, que esconden en sus casas millonadas de pesos. Que
tienen “Penjauses” en Nueva York, Miami, Los Angeles, Chicago, etc.. Que
vacacionan en la Riviera francesa, o en las Islas Caimán, donde esconden su
enriquecimiento ilícito.
En tercer lugar las que dividen
al género humano son las religiones, todas se dicen verdaderas, todas salvan a
sus creyentes, todas tienen un Dios a su imagen y semejanza, y todas y todos se
odian entre sí, y dicen sus ministros “Que cada quien con su oración se salva”.
Pero en realidad ¿Qué es lo que salva al hombre, las limosnas, los diezmos, las
ofrendas?. Más ¿De qué se quieren salvar?. ¿Del Infierno, para ir al Cielo, a
la Gloria?. No existen, son sólo palabras con las cuales han explotado a la
Humanidad, y todavía viven engañados los feligreses. No. De lo que hay que
salvarse es de sí mismo, del remordimiento de nuestra conciencia, al dejar este
mundo, por los males ocasionados a
nuestros hermanos hombres y mujeres, agraviados por nuestras acciones. Lo único
que nos puede salvar de ese terrible juez, que es nuestra conciencia, son
nuestras buenas obras, porque sólo las obras hacen fe.
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